viernes, 22 de abril de 2011

Libia, el post-imperialismo y la re-conversión de las plutocracias en democracias


Los pequeños grupos dominantes en Estados Unidos, Europa, Japón y otros países deben abrir sus mentes para sumarse a la lucha por la supervivencia, porque de todas maneras van a perder la supremacía que hace rato dejo de ayudar al desarrollo de la humanidad y se convirtió en un peligroso factor de confrontación apocalíptica con los nuevos polos de poder, que por ahora han privilegiado la solución negociada de los conflictos, ya que aún no han recibido agresiones directas.

¿Francia e Inglaterra creen tener alguna posibilidad de re-colonizar África? Hagan cuentas, esas criminales inversiones en desestabilización, ese pretender beneficiarse del caos y la desgracia ajena es una estúpida quimera. ¿Europa va a necesitar estar al borde del colapso para entender que la supremacía militar dejó de ser una ventaja para imponer sumisión a los pueblos del tercer mundo? Hoy hay armas y estrategias militares tan sofisticadas y accesibles que ya no hay enemigo pequeño, ni pueblos que se sometan al dominio sin causar enormes daños a los agresores. Los resultados económicos de las últimas intervenciones (Colombia, Haití, Afganistán, Iraq, Pakistán, África central, México, etc.) son desastrosos para todos. En vez de estudiar a Libia para tratar de entender su original sistema de gobierno (logró sacar de la pobreza a su pueblo, dar empleo a mas de medio millón de extranjeros e iniciar el mayor proyecto de reparación de la madre tierra: reverdecer el desierto del Sahara) tratan de destruirla reaccionando como lo hizo la Inquisición católica contra la ciencia al final de medioevo. Creen que hay que destruir lo que se niegan a aceptar pero la realidad se impone.

La supervivencia de la especie humana requiere que los países que están desperdiciando los recursos, mas allá de la media posible para todos, deban decrecer o cambiar a un modelo sostenible para que los demás no tengan que confrontarlos, y de ser necesario intentar destruirlos con la posibilidad de perecer todos en el intento, ya que sería la única opción de lograr la supervivencia de las mayorías: respetar el frágil equilibrio disponible para evitar la extinción.

Los pequeños grupos dominantes basan su hegemonía en cada país por medio del descontrolado poder que ejercen con su dinero en craneados procesos de publicidad alrededor de los políticos que juran serles fieles arrasando en las urnas con los opositores y destruyendo la credibilidad de alternativas viables. Se volvió axiomático establecer la cuantía mínima de dinero necesaria para lograr una curul en el congreso o el solio presidencial. Eso no puede seguir, ni tampoco el cabildeo o “lobby” que es un crimen de traición al pueblo, y como tal debiera ser juzgado, cuando se logran privilegiar los intereses de los plutócratas en detrimento del bien común.

Las masas de los países dominantes confundidas y obnubiladas por el bombardeo publicitario perciben sin embargo el creciente deterioro de su calidad de vida y el grave peligro de extinción al que se encaminan. Las catástrofes naturales aumentan al ritmo del desequilibrio creciente causado por el exceso de consumo a lo que se suma la contaminación radioactiva por el empleo apresurado de la energía nuclear sin que se haya dominado su ciclo de producción y reciclaje de residuos para que sean inocuos, solo por el afán de promover un consumo altamente rentable para unos pocos y la posibilidad de desarrollar armas atómicas, pero nefasto para las condiciones de vida futuras.

Los pueblos deben despojar a los plutócratas del poder de manipular las elecciones exigiendo democratizar los medios de información y racionalizando las campañas electorales, prohibiendo la financiación privada de esas campañas y disponiendo tiempo y espacio para que todos los candidatos a los cargos de elección popular tengan las mismas oportunidades de darse a conocer y para que por medio de elecciones primarias en los partidos políticos, los movimientos y frentes sociales seleccionen candidatos que sean voceros directos y autorizados de las comunidades organizadas y queden comprometidos a luchar por realizar sus planes y programas. Los poderes del estado en manos de verdaderos voceros populares planificarán y controlarán la economía aprovechando la inquietud de los actuales plutócratas para que puedan evolucionar a grandes promotores del progreso, sin permitirles mas abuzar de poderes que no les corresponden.

Debemos lograr el frágil equilibrio que nos puede garantizar por un tiempo la supervivencia general para poder utilizar los organismos internacionales, una vez democratizados y depurados de los intereses de las plutocracias, para acordar como equilibrar el uso sostenible de los recursos, la redistribución de la población humana y de los animales domésticos donde sea necesario, la preservación de la diversidad biológica y, como única solución hacia el futuro: abocarnos todos a construir la capacidad reproductiva de la madre tierra creando enormes naves habitables permanentemente por miles y millones de seres vivos y adecuando otros cuerpos celestes para que brinden condiciones de vida digna a muchos de nuestros descendientes que de otra manera no tendrán existencia.

El liberalismo económico potenció a algunos seres humanos para que impulsaran el desarrollo de la humanidad por un tiempo pero hoy esto ha degenerado a muchos países en plutocracias causando grandes desgracias a la humanidad tanto por el consumo desaforado de nuestros limitados recursos naturales y su contaminación, como por el uso de la fuerza militar para intentar obtener los recursos de otros países. Es necesario despojarlas de tal poder antes que ocasionen la destrucción de la vida en el planeta.

¡Llegó la hora cuando las masas deban imponer sus intereses, que naturalmente coincidirán con la mayor prolongación de la existencia de la vida... en el universo!
Hernán Pardo

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